MITOS Y GENOCIDIOS

MITOS Y GENOCIDIOS


Originalmente, el autor preparó este texto –que hemos modificado mínimamente por cuestiones de formato– como intervención previa a la conferencia de la presidenta de la Red Internacional de Judíos Antisionistas , Liliana Córdova, que tuvo lugar en la biblioteca pública de Cort el pasado 22 de marzo.

Las antropólogas y los antropólogos amamos con locura a los mitos, a todos los mitos: poéticos, morales, naturalistas, identitarios, religiosos, nacionales. Los mitos ayudan a explicar partes importantes de las culturas, de las visiones del mundo de quienes los usan y, habitualmente, los redefinen y los cambian a conveniencia. La gente de la antropología estudiamos, analizamos, viviseccionamos las mitopoiesis y las mitopraxis para entender algunas dimensiones de lo que las personas piensan, sueñan, creen o simulan creer. Pero nunca usamos la mitología como método de análisis del mundo. Los hechos, las acciones y las inacciones y, siempre, la historia concreta y real. Al fin y al cabo somos científicas sociales. Claro que los mitos también intervienen, a veces, como relatos contrafácticos que crean verosimilitudes, realidades alternativas. Sobre todo, si proceden de creencias que separan a quienes los usan del resto de la humanidad y fertilizan las negaciones de evidencias sangrantes. Literalmente sangrantes.

Mientras cerca de 50.000 gazatíes morían destrozados por las bombas israelís y sus casas, hospitales, escuelas eran destruidas sistemáticamente, hace un año otro tipo de antropólogo fue invitado a hablar en la biblioteca pública de Cort. [1] Francisco Gil White, antes de la charla, afirmó en medios de comunicación locales que en Gaza «todo es infraestructura terrorista militar. Esto significa que todas las estructuras son blancos legítimos. […] Por supuesto, algunos civiles pagaran el precio. Israel no tiene la culpa de haber sido forzado a responder». Asumía y reforzaba de este modo todos los relatos y tópicos del sionismo más radical. Las trabajadoras de la biblioteca emitieron un comunicado valiente y sincero contra la celebración de «un acto de odio» en su lugar de trabajo. [2] Durante la charla, fuera, centenares de personas se manifestaron contra aquella sádica loanza al largo genocidio contra el pueblo palestino. Con más muertes y con su aliado Trump a punto de jurar el cargo, y a punto también de iniciar el bíblico Tsevá HaHaganá LeYisrael (el ejército israelí) nuevas matanzas en Cisjordania y el Líbano, once meses después el mismo propagandista repitió los mismos argumentos en Can Òleo [espacio de la Universidad]. Nada nuevo en la estrategia del Estado de Israel y sus intelectuales orgánicos con el fin de esconder y menospreciar condenas de tribunales internacionales, la orden internacional de detención de Netanyahu y protestas de miles de personas, incluso judíos abiertamente antisionistas. En Mallorca, un manifiesto firmado por más de 50 investigadores y docentes universitarios mostró rechazo hacia el propagandismo que trata de blanquear el genocidio y el colonialismo, y en concreto que éste se dé lugar en un espacio universitario mientras todas las universidades palestinas han sido arrasadas, asesinados o desaparecidos muchos de sus estudiantes y docentes. [3]

Con el acto de hoy, recuperamos (de momento) un espacio de debate, de pensamiento crítico, para poder compartir reflexiones sobre el sionismo: de dónde sale y para qué se hace servir. Un punto de partida crucial para hacer frente a la desinformación y el blanqueamiento de una guerra de exterminio que nace, no de un enfrentamiento previo entre judíos y árabes (que en todo caso existe desde el nacimiento mismo del islam y las tensiones religiosas entre ambas religiones-identidades), sino que se inscribe en dinámicas políticas que van del ámbito local al internacional y, sobre todo, en una historia colonial muy específica. [4]

OPONERSE AL SIONISMO NO ES SER ANTIJUDÍO, Y MENOS ANTISEMITA

El concepto «pueblos semitas» fue acuñado por un lingüista alemán en el XIX para hacer referencia a las lenguas hebrea, árabe y aramea, y sus hablantes. De aquí vendría la paradoja de un árabe antisemita, que no sería otra cosa que un suicida sistemático. En los mitos del pueblo judío y árabe hay un origen común: el patriarca Abraham tenía dos hijos, Ismail con la esclava Agar; i Isaac con la esposa Sara. El hijo de éste, Jacob, aparece como fundador del pueblo judío; Ismail del árabe. De hecho, los árabes son también denominados agarenos (de Agar) y existe una subdivisión del islam con el nombre de ismaelitas, de Ismail. Ambas religiones, junto con la cristiana, se basan en una misma derivación y narración. Las tres son denominadas abrahámicas. Pero un mito religioso no puede ser admitido (no al menos en el siglo XXI) como la base de un supuesto derecho absoluto. No por lo que respeta a las pertinencias, derivaciones, genealogías; tampoco (en otra reconstrucción del mito) para ocupar una región, expulsar y expropiar a sus habitantes, oprimirlos y exterminarlos; es decir, para materializar la idea del pueblo elegido que purifica sus tierras fundacionales de la presencia de sus nativos ancestrales.

LA EVOLUCIÓN DEL SIONISMO Y SUS LÍMITES DE CLASE Y RELIGIOSOS

El sionismo nace de la síntesis de diversas corrientes a finales del siglo XIX, que Theodor Herzl impulsó como movimiento político que exigía un Estado étnicamente judío e independiente. En realidad, solo fue la posición de una parte de la burguesía judía europea (sobre todo en Rusia y el Reino Unido) que huía de los pogromos y del fuerte antisemitismo, y que se desplazó inicialmente a EUA y Sudamérica. La clase obrera judía era inicialmente antisionista, e incluía en sus reivindicaciones la eliminación del antisemitismo, entendido como parte de la estrategia reaccionaria para dividir y segmentar a la propia clase. Con la llegada del nacionalsocialismo, la persecución y el monstruoso holocausto, la necesidad de cerrar un nuevo espacio propio empezó a escamparse. El hecho que acabara por constituirse en la región de Palestina es posterior al inicio del propio movimiento. Se basa en el mito religioso de la tierra prometida extraído de la Biblia. Pero incluso el mito es visto como una interpretación errónea para algunos grupos ultraortodoxos de religión judía que lo consideraban una herejía. Lo es para los Neturei Karta (Guardianes de la Ciudad de Jerusalén), que exigen la desaparición del Estado hebrero y la convivencia plena con los palestinos. Meir Hirsh, el rabino líder del grupo, declaró en 2019: «el sionismo es culpable de que todo el mundo nos odie». [5] Por una parte, afirman que el mito religioso exige al pueblo judío la situación de diáspora hasta que llegue el Mesías, que lo conducirá a la tierra prometida. Acusan al Estado de Israel de ocupación, desposesión y terrorismo genocida; por otra parte, mantienen una posición pragmática con los árabes y hablan de un país conjunto.

UNA PRAXIS POLÍTICA COLONIAL

El sionismo ha sustentado, en sus distintas versiones, la ocupación de un espacio previamente habitado por palestinos (cristianos, musulmanes, ateos, judíos…), la expulsión sistemática, así como la confiscación de tierras y propiedades. La negativa a obedecer ninguna de las resoluciones internacionales de la ONU, declarando unilateralmente la independencia del Estado de Israel en el 48, fue solo el inicio de la sistemática colonización de la totalidad del espacio palestino: la desposesión de recursos y viviendas, la criminalización de cualquier intento de solución del conflicto; la expulsión, el encarcelamiento, el confinamiento de por vida –generaciones de veces– en campos de refugiados; la opresión dictatorial de las personas palestinas, la negación de derechos en la Franja de Gaza y también en Cisjordania, etc. Además de las amputaciones, las roturas sistemáticas de brazos y piernas (también a los niños de las Intifadas), las torturas, las ejecuciones y asesinatos dentro y fuera de la región (recordemos los campamentos de Sabra y Chatila del Líbano en el 82), y el actual genocidio acelerado. En parte, se trata de una práctica colonial diferente de la europea de las «metrópolis» donde el imperio o el país colonizador ocupa, explota recursos y habitantes e impone las propias normas, pero no substituye la población. El sionismo se materializa como colonialismo de asentamientos, ya que no existe un Estado judío «metrópolis» desde el cual y al cual ir y volver. O, si existe desde la primera resolución de la ONU incumplida, se obvia y se declara que todo el espacio circuncidante será «recuperado» pasando por encima de los cadáveres de sus habitantes nativos.

NI TODO LOS JUDÍOS SON SIONISTAS, NI TODOS LOS SIONISTAS DE ISRAEL

El sionismo no es únicamente sustentado y aplicado por el Estado israelí, y no es en absoluto generalizado ni exclusivo de personas que se describen como judías. La política exterior e interior de EUA lo ha armado desde el principio. De hecho, son habitualmente los supremacistas estadunidenses, vinculados con iglesias evangélicas históricamente muy antisemitas, quienes dan el apoyo más firme a los procesos de colonización, a los genocidios, a la desaparición de personas, historia y memorias palestinas. De aquí que el propio sionismo se haya endurecido desde los inicios de la colonización. Veamos las palabras del gran intelectual y activista Edward Saïd:

Todo israelí admitirá sin matices (y sabe perfectamente bien) que todo lo que hoy es Israel fue una vez Palestina; que, como Moshe Dayan dijo abiertamente en 1976, cada ciudad y pueblo israelí tuvo una vez un nombre árabe. El discurso sionista americano no es nunca tan directo ni honesto: es necesario andarse con rodeos, hablar de como se hizo florecer el desierto, hablar de la democracia israelí, etc. Para el norteamericano, aquellos hechos son casi fantasía o mito, nunca la realidad. Tan alejados de la realidad están los norteamericanos que dan apoyo a Israel, tan atrapados en las contradicciones del sentimiento de culpabilidad de la diáspora como todo el triunfalismo que supone ser la minoría más poderosa y que ha tenido más éxito en Estados Unidos. […] Para el sionista norteamericano, por lo tanto, los árabes no son seres reales, sino fantasías que casi representan todo aquello que puede ser demonizado y menospreciado, muy especialmente el terrorismo y el antisemitismo. […] Esa no es la lógica de una persona que habla mediante un discurso organizado, guiado por una ideología que considera a los árabes solo como funciones negativas, como una encarnación de violentas pasiones antisemitas. Por ello, [los árabes] son gente contra la cual se debe luchar y, llegado el caso, a la cual se debe desposeer de todo. La mayor parte de los fanáticos colonos de extrema derecha que están en tierra palestina, que hablan de «la tierra de Israel» sin ningún remordimiento, como si fuera suya, que odian e ignoran a los propietarios y residentes palestinos que viven en su entorno, son también norteamericanos. Verlos andar por las calles de Hebrón como si la ciudad árabe fuera totalmente suya da miedo, un miedo agravado por la actitud desafiante y llena de menosprecio de la que hacen gala ante la mayoría árabe. (Al-Ahram Weekly Online, 21 de septiembre del 2000).

Daniel Barenboim, gran amigo de Saïd y con quien cofundó la West-Easter Divan Orchestra con músicos de ambas partes, judío, firmemente antisionista, hacia estas preguntas al recibir el Premio Wolf que le otorgó Israel:

¿Es compatible el Estado de ocupación y control de otro pueblo con la proclamación de independencia? ¿Tiene sentido la independencia de un país al precio de la violación de los derechos fundamentales de otro? ¿Puede el pueblo judío, la historia del cual se ha caracterizado por el sufrimiento y la incesante persecución, permitirse ser indiferente hacia los derechos fundamentos y el sufrimiento del pueblo vecino? ¿Puede permitirse el Estado de Israel el sueño irreal de una solución ideológica del conflicto en lugar de esforzarse en la búsqueda de una solución que sea pragmática, humanitaria y basada en la justicia social?

Muchos años antes, la filosofa judía Hannah Arendt, encarcelada y declarada apátrida por el régimen nacionalsocialista, se exilió en EUA y adquirió la nacionalidad, cosa que no se planteó nunca hacer con la israelí. Muy crítica con el sionismo de Herzl y sus consecuencias, propuso «la idea de la cooperación judío-árabe, aunque nunca se ha hecho realidad a ninguna escala y hoy en día [años 40] parece alejarse más que nunca, no es un sueño idealista, sino la neta afirmación que, sin ella, cualquier aventura judía está condenada». Categóricamente, estableció que «la esterilidad cultural y política de las pequeñas naciones completamente militarizadas ha quedado suficientemente probada por la historia».

En 1948, año de la declaración unilateral del Estado de Israel e inicio de la primera Nakba (desastre), Judah L. Magnes, invocando su condición de judío y sionista, horrorizado por el trato a los presos árabes, escribió en una carta al director: «Es lamentable que los mismos hombres que pueden señalar la tragedia de los desplazados judíos como principal argumento a favor de la inmigración en masa a Palestina estén dispuestos, por lo que sabe todo el mundo, a contribuir a la creación de una nueva categoría de desplazados en Tierra Santa».

LOS INTERROGANTES DEL SIONISMO, HOY

Mucho más cercano al tiempo y al espacio, el historiador y analista político judío Ilan Pappé, obligado a exiliarse de Israel al Reino Unido, dijo en una entrevista en Punto de Fuga el pasado febrero, en Palma, que los países occidentales están completamente equivocados en su manera de ver el conflicto:

El proceso que debemos perseguir es la descolonización, no el proceso de paz entre dos naciones. […] El proceso que existe en Palestina desde hace 120 años no es un conflicto entre dos movimientos, es un conflicto entre un movimiento colonial, el sionista, y los pueblos nativos de Palestina, que libran una guerra anticolonialista. […] Cabe descolonizar para asegurarse que el pueblo colonizado no sufra más opresión, limpieza étnica o apartheid. Y reconocer que ellos son los auténticos amos de la tierra. […] La cuestión es cómo los palestinos recuperarán el derecho a la libertad, la misma libertad, la autodeterminación, el derecho al retorno, y cómo les gustaría establecer su relación con millones de judíos que ya son colonos de tercera generación. [6]

Durante el último año de forma intensa, pero desde hace más tiempo, enfrentamos una paradoja aparente: organizaciones supremacistas, de extrema derecha, fascistas o abiertamente nacionalsocialistas, dan apoyo al sionismo y lo toman como ejemplo. El propio Saïd decía que desde Occidente se ha «descubierto» un doble semitismo: «nuestros semitas», de raíz europea, civilizados, democráticos, los israelís –casi solamente los israelís judíos–, son los semitas buenos. Los otros semitas, los primitivos, los fanáticos, los árabes: los semitas malvados. [7] Así, vemos que los que dieron apoyo al genocidio sistemático más brutal del siglo XX, el holocausto, y lo continuaron aplicando simbólicamente mediante la negación continua, dan un apoyo fanático a las matanzas del sionismo y niegan el genocidio en Gaza. El terrible spot publicitario de Trump que recrea un resort para millonarios sobre los cadáveres palestinos donde el mismo toma el sol plácidamente con Netanyahu es la síntesis del por qué de la reanudación de este genocidio, tan obvio como impune.

Para terminar, queda una pregunta abierta: ¿cómo se reproduce una mentalidad que, al menos entre los habitantes judíos de Israel, permite ejecutar tales órdenes y mantener un apoyo relativo a los dirigentes del país? Según Nurit Peled-Elhanan, profesora de literatura de la Universidad Hebrea de Jerusalén, «en Israel y en otros países, a pesar de todas las otras fuentes de información, los libros escolares siguen siendo un poderoso medio por el cual el Estado configura formas de percepción, de categorización, de interpretación y de memoria, que sirven para determinar las identidades personales y nacionales. Eso es cierto sobre todo en naciones como Israel, donde la historia, la memoria, la identidad personal y la nación se viven desde una comunión íntima». En estos libros, los palestinos siempre son seres primitivos, peligrosos, crueles, ilegítimamente presentes en el espacio israelí y de los cuales es necesario deshacerse. No es necesario decir que esta profesora ha sido suspendida, represaliada y difamada en numerosas ocasiones.

Alejandro Miquel Novajra
Profesor de la Universitat de les Illes Balears

[1] Fue invitado con dinero público por la Comunidad Judía de las Islas Balears y el Ayuntamiento PP-VOX, dos entidades muy cercanas ideológicamente. La segunda ocasión que vino a Mallorca, a fines del 2024, su acto contó con el miserable apoyo del Instituto de Estudis Baleàrics (IEB) que dirige Llorenç Perelló (PP).

[2] https://www.dbalears.cat/balears/balears/2024/01/24/389145/els-treballadors-biblioteca-cort-senten-incomodes-acollir-acte-francisco-gil-white.html

[3] https://www.diariodemallorca.es/mallorca/2024/12/17/medio-centenar-investigadores-catedraticos-universitarios-112701351.html

[4] El acto al que hace referencia el autor es la misma conferencia de Liliana Córdova, que él entiende como una especie de venganza momentánea ante el hecho que la biblioteca pública de Cort se encuentra secuestrada por el Ayuntamiento de Palma. La realidad es que el equipo de gobierno aplica una censura total contra cualquier iniciativa políticamente independiente –la charla de Córdova se pudo hacer porqué tuvo el patrocinio del grupo municipal de Podemos. El año pasado PP-VOX censuraron un acto formativo del colectivo antiimperialista Ciutadans per Palestina, titulado «Palestina más allá de los mitos de Israel: ¿cómo combatir la propaganda sionista?». Además, unos meses después, el mismo gobierno obligó a los bibliotecarios a retirar del panel de recomendaciones un libro sobre la biografía de Aurora Picornell, referente histórico del comunismo en la isla.

[5] https://www.eitb.eus/es/radio/radio-euskadi/programas/boulevard/detalle/6488320/reportaje-barrio-mea-shearim-jerusalen/

[6] https://cadenaser.com/audio/1738340877848/

[7] En el libro Orientalismo (2024 [1978]).