5-A, TRES EN RAYA: CONTRA EL IMPERIALISMO, EL NEGOCIO INMOBILIARIO Y LA GUERRA

5-A, TRES EN RAYA: CONTRA EL IMPERIALISMO, EL NEGOCIO INMOBILIARIO Y LA GUERRA

Consideremos que los bombardeos con los que el sionismo somete a los palestinos y el bombardeo mediático sobre el ‘’problema de la ocupación’’ que disparan gobiernos, empresarios y medios alrededor del mundo solo difieren en cuanto a forma y grado. Aparentemente, la comparación parece fuera de lugar, incluso injusta si quien la hace vive lejos de las bombas que el último año y medio han asesinado cerca de 60.000 gazatís. Sin embargo, sería aún más injusto –al menos para quienes somos partidarios de tesis y estrategias revolucionarias– que nos dejáramos dominar por la apariencia y fuéramos incapaces de identificar un mismo proceso de acumulación capitalista y unos mismos procesos imperialistas tras la expulsión de los nativos de Gaza a golpe de metralla y tras el continuo desalojo de la clase trabajadora que se impone como norma en las metrópolis del siglo XXI, también en Palma.

IMPERIALISMO NEOLIBERAL, FINANCIARIZACIÓN, CRISIS INMOBILIARIA

Segunda mitad de los 70: el proyecto imperialista, fase superior de la dominación capitalista en base a oligarquías financieras, monopolios y tránsitos intercontinentales de capitales –bajo la hégira de EUA y sus organizaciones hegemónicas (FMI, BM, OTAN, OMC)– chocaron con una de las mayores crisis de entre las crisis periódicas que constatan la inexorable caída de la tasa de ganancia que Marx previó como tendencia histórica. Como respuesta a los obstáculos del proceso de acumulación, los capitalistas individuales y colectivos del bloque imperialista (y, seguidamente, del resto del mundo) se valieron de un conjunto de contratendencias neoliberales que arriaban por bandera la desregulación y la financiarización económica. Estos nuevos moldes materiales e ideológicos del imperialismo (que el embate arancelario de Trump pone en entredicho, pero no extingue) impulsaron la externalización industrial más allá de Occidente y la transformación de los centros imperialistas de viejos espacios de producción de mercancías en núcleos de especulación. Uno de los nichos que ha cabalgado esta nueva realidad ha sido la liberalización y la mercantilización del suelo que, en definitiva, ha abierto las puertas al negocio inmobiliario.

Evidentemente, las relaciones de propiedad relativas a la vivienda no han quedado al margen. En especial desde los 80, la tendencia general de los Estados capitalistas se ha dirigido hacia el desmantelamiento de los anteriores circuitos jurídico-financieros que ofrecían cierta estabilidad a importantes capas de trabajadores, ya fuera mediante techo público o regulaciones orientadas a construir aparentes «sociedades de propietarios, no de proletarios» –según las palabras de un ministro de Franco. Lo anterior favoreció que el relanzamiento económico viniera fuertemente marcado por el aumento del volumen de actividades relativas al negocio inmobiliario. La evolución progresiva de las grandes ciudades, de espacios pensados para la reproducción social (siempre con patrones clasistas) a hubs de inversión especulativa y revalorización de excedentes, condensa a escala una intensa fase de desarrollo global que, como ejemplifica el «milagro español» entre los 90 y primeros del nuevo siglo, se sostuvo sobre burbujas que estallaron en forma de crisis. Desde 2008 sufrimos sus efectos con carácter redoblado: deudas y dificultades crediticias, estrangulamiento laboral, cada vez más dificultades para obtener estabilidad residencial, así como desalojos que ya no solo afectan a las capas más proletarizadas de la clase trabajadora y ponen en peligro el efecto clase media que el Estado impulsó precisamente en base a la vivienda para legitimarse. Con todo, el rumbo empobrecedor no ha hecho que las prioridades imperialistas se alejen de unas lógicas especulativas que a corto término son garantía de competencia y beneficio capitalistas, pero a la larga llevan a un mundo de (menos) ricos más ricos y (más) pobres más pobres, así como a nuevas crisis productivas, ecológicas, bélicas.

Además, la contracción de la tasa de ganancia que agrava la competencia entre capitalistas no solamente impulsa la voracidad de empresas multinacionales; como ante un espejo deformado, pequeños empresarios y rentistas se suman a una carrera de fondo (suicida, para la mayoría) hacia nuevas rentabilidades a lomos de la compraventa de casas y pisos. Esta realidad expansiva, mimética, del negocio especulativo que cierra la puerta a la compra/alquiler a más y más sectores de trabajadores, responde al proceso de gestación neoliberal de la forma de capital más agresiva e internacionalizada que ha conocido la historia. La financiarización ya no es (solo) cosa de bancos, sino sobre todo de lo que Lapavitsas identifica como ‘’sistema bancario a la sombra’’, formado por todo tipo de entidades financieras no bancarias como los fondos de inversión. Como prueba la expansión global de uno de los más potentes, el gigante inmobiliario estadounidense BlackRock, estos agentes resultan centrales en los actuales procesos de concentración de capital. En lo que refiere al Estado español, BlackRock tiene lazos y alianzas con CaixaBank, Santander, Repsol, Iberdrola, Naturgy…

El dominio sobre la vivienda de estos fondos carroñeros no solo se explica mediante la metáfora del buitre. También es importante atender a su carácter parasitario para percibir como las instituciones estatales (federales, autonómicas, locales) o interestatales han acomodado sus intereses a las normas financieras globales y los ordenamientos jurídicos nacionales, lo que se ha traducido en la desregularización de todo tipo de proteccionismos en materia de suelo y vivienda. Y cuando han encontrado obstáculos en este sentido, la corrupción política –tan vinculada a las finanzas inmobiliarias– ha hecho el resto. La historia reciente de España, y en concreto la realidad mallorquina, resultan del desarrollo de una era imperialista neoliberal que ha reducido a mínimos la soberanía estatal (también en materia de derechos) para amoldar cada región a las necesidades del capital internacional: especialización constructiva y turística, crecimiento sobre ficciones especulativas, obligación de invertir en la guerra y cuadrar filas con el ‘’bando correcto’’, etc. Así lo constatan toda una riada de leyes fiscales, industriales, de déficit y, para el tema que nos ocupa, la Ley del Suelo de 1998. Dictada por la UE en tiempos de Aznar, no solo abrió la puerta a interminables pelotazos criminales, sino que permitió el secuestro definitivo de la vivienda por parte del capital. En el caso de las Islas Baleares, tenemos que vincular tal realidad con el enorme crecimiento de un sector que también ha sido motor de relanzamiento de la acumulación en tiempos de crisis productiva: el turismo. Una parte considerable de los inmuebles financiados, comprados o robados por fondos de inversión tienen un uso vacacional y contribuyen a la escalada sin freno de los precios.

DESTRUIR HOGARES PARA CONSTRUIR PROPIEDADES: MILITARISMO Y GUERRA IMPERIALISTA COMO SOLUCIÓN DE LA GEOPOLÍTICA INMOBILIARIA (A SÍ MISMA)

En plena expansión mundial de la dimensión especulativa del capital, las relaciones políticas internacionales y los conflictos geoestratégicos han tendido a expresarse cada vez más como si de transacciones inmobiliarias se tratara. Hoy por hoy la geopolítica no solo se parece formalmente a los negocios del sector; directamente, los magnates inmobiliarios abundan en la cumbre de la cúpula imperialista. Trump ocupa el Despacho Oval, y ha colocado como representante de EUA en Oriente Medio a un inversor multimillonario como Steven Witkoff. Además, los directores de los mayores fondos especulativos (como Laurence Fink, de BlackRock) han pasado de recibir un trato ambivalente por parte de la socialdemocracia y el reformismo liberal europeo a ser recibidos con todo honor en La Moncloa, el Eliseo, Downing Street… Tomando en cuenta la realidad institucional, si nos acogemos a la máxima que la guerra es la continuación de la política por otros medios, se hace patente que si en la actual coyuntura el capital y sus títeres nos empujan a una escalada militarista de alcance mundial es porque ven en la amenaza o la acción bélica un trampolín para relanzar la acumulación en base a las finanzas y la especulación inmobiliaria.

El ejemplo más claro es el ‘’Plan de Desarrollo de Gaza’’ que anunció Trump, expresión geopolítica directa del negocio inmobiliario global. Según éste, todos los territorios son propiedades al alcance de comprador interesado, lo que posibilita que los actores más bien situados económicamente tengan derecho a su acumulación inmediata, casi unilateral. Así, la ley internacional cede su sitio a las técnicas y la mentalidad del promotor inmobiliario, siempre en búsqueda de chollos, y la diferencia entre comprar y conquistar deviene aún más tenue. En este marco, las legitimidades históricas habitualmente usadas para reconocer a que grupo o pueblo pertenece un territorio u otro pesan cada vez menos al lado de las necesidades de los inversores –la extracción de rendas, el impulso de la especulación inmobiliaria. Dicho esto, si retomamos la comparación entre la evicción de familias trabajadoras de cualquier metrópolis del mundo y la limpieza sanguinaria de palestinos que acomete Israel en Gaza, vemos claramente que la diferencia de grado y forma que las separa tienen un mismo fundamento, y solo distan en cuanto a una cuestión de momento.

Hay quien piensa que es injusto comparar el trato genocida que reciben los palestinos que se niegan a abandonar su tierra con el que se da a los vecinos y vecinas desalojados de los barrios obreros de Palma, Barcelona o París. Seguramente, porque vive de espaldas a los niveles rampantes de autoritarismo que desatan las instituciones políticas y la policía cuando encuentran resistencia vecinal y de colectivos organizados que luchan por el derecho a la vivienda. Unas violencias y represiones que prefiguran lo que pasaría si, más allá de resistencias, hubiera una revuelta masiva dispuesta a pasar a la ofensiva contra los intereses del negocio inmobiliario. Es en este sentido que un momento –en relación con el grado de deshumanización y opresión, pero también de resistencia organizada– difiere del otro, aunque ambos contextos forman parte de una misma dominación y de una misma lucha de clases de carácter global. Si es necesario enfatizar la comparativa es porque se hace cada vez más imprescindible que los trabajadores de los centros imperialistas que padecen cotidianamente la expulsión de sus barrios se identifiquen –aun y el horror inconmensurable que les separa– con el sufrimiento y la lucha de los palestinos cuando tengan noticia de, pongamos por caso, campañas inmobiliarias de empresas israelís que proyectan chalets unifamiliares entre las ruinas de Gaza en pleno genocidio para ofrecer a nuevos colonos ‘’una casa y una vida a la orilla del mar’’.

Este tipo de campañas remueven a más de uno, también así lo hacen los vídeos de Trump sobre la ‘’reconstrucción turística’’ de Gaza, pero al fin y al cabo mantienen la esencia de la administración Biden. Como señala Mike Davis, el plan de expulsión de los nativos palestinos no deja de ser un reflejo de los desalojos masivos en los guetos urbanos y de las deportaciones que se practican con normalidad en EUA y tantos otros países, y cuya explicación última reside en la estrategia neoliberal para mantener el curso de la acumulación capitalista y el dominio imperialista de mercados y recursos. Con respecto a Israel, los intentos de ocupar y repoblar Gaza son un paso más en la dirección de las políticas económicas que han impulsado el crecimiento del país después de la crisis del 2008. Aunque el levantamiento de la resistencia palestina ha frenado su velocidad y volumen, la entidad sionista hace décadas que camina hacia la desregularización y la primacía del sector inmobiliario, especialmente de la mano de un turismo que solo se puede consolidad a costa del aumento de la apropiación colonial de tierras, recursos y mano de obra del pueblo palestino.

El boom constructivo y la especulación inmobiliaria se encuentran en la base del poder de Estado israelí, también de los partidos que dirigen la colonia y exigen más tierra, más botín, más sangre. Pero la conquista de Gaza no solo busca una ‘’Riviera’’ para ofrecer a los inversores internacionales, sino que se justifica como una necesidad interna ante los problemas que la neoliberalización de la economía sionista ha generado al proyecto de colonización de Palestina, el éxito del cual pasa porque más y más colonos se quieran asentar allí. Hoy Israel es uno de los países donde es más caro vivir, un paraíso para los especuladores: desde 2007, el precio de la vivienda se ha incrementado un 200%. Todo como resultado de la completa liberalización del sector, con proyectos de inversores euroamericanos decididos a convertir en ciudades de rascacielos los asentamientos que los colonos van fundando sobre tierra robada. Estas iniciativas, sin embargo, requieren otros sitios donde reubicar a los colonos más pobres, desplazados de Tel Aviv o Jerusalén por culpa de la gentrificación. La continuidad del Estado israelí y la bonanza del negocio inmobiliario están íntimamente ligados entre sí, así como el avance del genocidio de los palestinos. He aquí la raíz criminal del sionismo.

Pero el caso de Israel no es más que un ejemplo de la relación entre empresa bélica y negocio inmobiliario en el marco del imperialismo. Una dinámica que también podemos analizar en miniatura si pensamos que el capitalismo también cuenta con todo un ejército de policías, empresas de desocupación, mafias, etc., para defender sus rentas. Unas redes e instituciones que reflejan y emulan el belicismo de los Estados y, cuando éste se acentúa, dan pie al auge de discursos y prácticas cotidianas autoritarias, chovinistas, reaccionarias. Volviendo a la escala internacional, no podemos cerrar el artículo sin referir a otros procesos en marcha que exponen el crecimiento de la jerarquía del negocio inmobiliario y sus vínculos financieros e industriales, como por ejemplo la pretensión estadounidense sobre Groenlandia. También, el despliegue masivo en una década escasa de proyectos y capital asociado a BlackRock y otros fondos inmobiliarios de la primera potencia imperialista en una Ucrania en guerra, cuyos planes de reconstrucción apuntan al clásico mecanismo capitalista de la «destrucción creativa». Al fin y al cabo, como apunta el Centre Delàs, son los mismos fondos de inversión, los mismos bancos y las mismas multinacionales que preparan y nutren la guerra imperialista los que nos expulsan de casa, los que vierten la miseria sobre nuestros pueblos, barrios y ciudades. Como más suenan los tambores de guerra y los proyectos militaristas de las potencias imperialistas, más crece la presencia de estos fondos en nuestro entorno –el caso de BlackRock resulta, otra vez, paradigmático. Por ello, podemos decir que más que la existencia de tratados comerciales y bases militares post-IIWW, que muestran síntomas evidentes de agotamiento, es la presencia alrededor del mundo de fondos de inversión inmobiliaria estadounidenses lo que sirve de termómetro de la hegemonía imperialista en nuestros días.

NO ES EN LAS INSTITUCIONES, ES EN LA CALLE: MÁS ALLÁ DE LA COSMÉTICA MONOPOLÍSTICA

Las respuestas al problema de la vivienda demandan una aproximación que sitúe la especulación, la inversión masiva de agentes extranjeros en bienes inmobiliarios y la turistificación que catapulta los precios en relación con los procesos antes descritos. No es suficiente reconocer que en Mallorca cada vez más gente se ve obligada a vivir en la calle porque no puede acceder a una vivienda digna. Tampoco lo es denunciar que quien consigue acceder a un alquiler decente tiene que dejar, de media, el 60% del sueldo en el bolsillo de inversores y rentistas. O que si somos capaces de adquirir una propiedad se nos van los ahorros de unos 12 años trabajados, lo que deja las posibilidades de emancipación juvenil en muy mal lugar. Son todo hechos más que documentados y admitidos por la prensa y los políticos que hasta no hace tanto cerraban los ojos. Incluso por parte de inversores y sus canales de propaganda, que intentan minimizar la situación para perpetuar el negocio.

Consecuentemente, debemos asumir que cualquier solución efectiva pasa por aceptar que las respuestas residen lejos de las instituciones burguesas y la política reformista. En El imperialismo…, Lenin señaló claramente que «la supremacía del capital financiero sobre todas las otras formas de capital implica el predominio del rentista y de la oligarquía financiera, implica que un pequeño número de Estados financieramente «poderosos» destaquen sobre el resto»; a partir de aquí, concluyó que «la forma de dominación monopolista penetra todas las esferas de la vida social, independientemente de la vida y el régimen políticos». En este sentido, el negocio inmobiliario se nos dicta desde mucho más arriba que el Estado, aunque con su necesaria concurrencia. Por ello, creer que las políticas públicas y las voluntades parlamentarias por sí mismas podrán cambiar el rumbo de la realidad es caer en el autoengaño, y en la mentira cuando las recetas cosméticas solo sirven para mantener votos, sillas y privilegios.

A escala local, hemos visto cómo la prohibición del alquiler turístico en unifamiliares en Palma que impulsó el Pacte de Progrés (PSOE-Podemos-MÉS) no sirvió de nada. De hecho, ni se llegó a aplicar, entre ofensivas judiciales de la patronal y la imposibilidad de las instituciones burguesas de controlar a los capitalistas. Lo mismo que pasará cuando se apruebe la prohibición de nuevos alquileres vacacionales con la que el PP intenta contener la protesta, que cada vez abarca más sectores sociales. Hecha la ley, hecha la trampa. Sino que se lo pidan a los promotores socialdemócratas de la Ley de Vivienda (2023), que se ha revelado fundamentalmente impotente a la hora de cerrar el paso a la mercantilización de nuestras casas. Y, de rebote, ha afirmado las ansias de beneficio de los así llamados «pequeños propietarios» (según la ley, son pequeños hasta que no superan las 10 viviendas en propiedad –sí, la ley ha sido aprobada por una ministra del PSOE que vive de las rentas de sus 7 propiedades).

Los fracasos apuntados alimentan la miseria, y a su vez generan descontento y son argumentos para la movilización. En este marco de conflicto que se va abriendo, debemos evitar que la cuestión de la vivienda se asimile a un problema puramente práctico, abstraído y desligado de la totalidad capitalista, como ya criticó Engels a los socialistas utópicos del siglo XIX. Las dificultades para conseguir vivienda en Mallorca ni tienen el origen en una supuesta sobrepoblación o migración masiva, como apunta la derecha y el fascismo, ni son el reflejo de un modelo turístico que hay que embridar y diversificar, como receta la izquierda. Son expresión de la situación histórica de las necesidades/prioridades del capitalismo, así como de una lucha de clases que se agudiza por momentos. En tiempos de crisis y fantasmas de guerra las instituciones y la política burguesa, más allá del voluntarismo, solo pueden maquillar el conflicto y plantear soluciones superficiales. Mientras, se impone la realidad material en la cual el Estado continúa y continuará transfiriendo recursos a grandes empresas y fondos de inversión multinacionales que guían el negocio inmobiliario y la industria de la guerra. Por eso es de vital importancia que avancemos en la organización independiente de los trabajadores, reforcemos las capacidades movilizadoras y afinemos en análisis y propuestas que expliquen los problemas concretos en el marco de alternativas revolucionarias que impugnen el sistema de raíz. En este camino, la manifestación de mañana, 5 de abril, es una cita ineludible: contra el negocio inmobiliario, contra la guerra, contra el imperialismo que fundamenta la miseria.

TONI GRANXI

Bibliografía consultada:

Davis, M. (2014 [2006]) Planeta de ciudades miseria. Akal.

Engels, F. (2006 [1872]) Contribución al problema de la vivienda. Fundación Federico Engels.

Lenin, V. (2017 [1917]) L’imperialisme, fase superior del capitalisme. Tres i Quatre.

Marx, K. (2009 [1894]) El capital (t. III). Siglo XXI.

Rodríguez, E. (2022) El efecto clase media: crítica y crisis de la paz social. Traficantes de Sueños.

Fuentes de los datos que nutren el texto:

https://contracultura.cc/2025/04/01/acumulacion-residencial/

https://rebelion.org/imperialismo-y-rivalidad-economica/

https://jacobinlat.com/2025/03/trump-y-el-imperialismo-inmobiliario/

https://icgs.org.il/en/publications/israel-housing-prices-part-1/

https://www.europapress.es/illes-balears/noticia-baleares-situara-cabeza-incremento-precios-vivienda-2025-subida-79-20250326142456.html

https://cadenaser.com/baleares/2024/04/18/los-baleares-tienen-que-destinar-12-anos-de-sueldo-integro-a-pagar-una-vivienda-radio-mallorca

https://www.mallorcadiario.com/los-baleares-destinan-un-63-por-ciento-de-su-salario-al-pago-del-alquiler